Lo que hace el aburrimiento...

Prólogo

Këldas se irguió y estiró los brazos para relajarlos, ya que los tenía entumecidos de estar en la misma postura estudiando magia durante toda la noche. Cuando de repente oyó un sonido, maldecía a quien quiera que lo estuviera molestando ya que lo había interrumpido, se dirigió hacia la puerta, y al abrirla se encontró con que sus augurios se cumplían.
-Valandir…entonces es verdad…han vuelto –dijo el mago tranquilamente ante la estupefacta mirada de su viejo amigo.
-¿Këldas? ¡Eres tú! –exclamó al ver, en el mago un súbito cambio, lo que más le preocupo fue el color de su Túnica y sus ojos, que habían cambiado por completo desde la última vez q lo viese. Este al comprender que lo observaban con curiosidad y temor le dirigió una ambigua sonrisa, a la que acompaño con un comentario.
-Entra, sé que mi aspecto ha cambiado, ya habrá tiempo de explicarlo todo, pero algo más apremiante te ha traído hasta aquí y debemos hablar de ello – Valandir seguía allí plantado delante de la puerta con la mirada estupefacta, pero salió de su estupor al escuchar en las palabras de su amigo un tono apremiante.

Se encontraban sentados en una gran sala, de las paredes colgaban tapices de tiempos lejanos, en ellos se veían dragones de inmensa belleza que te dejaban el alma llena de paz, mientras que otros te infundían un gran temor. Valandir, cautivado por la belleza de aquello tapices, se había olvidado de Këldas, por lo que este alzó la voz, Valandir al notar un tono de irritación en la voz del mago, le prestó atención, este le preguntaba el motivo de su visita, aunque se lo imaginaba, ya que corrían tiempos oscuros en Akaris.
- Cuéntame el motivo de tu visita, viejo amigo –le apremió el mago.
-Han vuelto Këldas, no podía creérmelo así que decidí ir en su busca…–la voz le falló, y su rostro palideció, pero al momento recuperó la compostura –mataron a cientos, miles de habitantes de Trisborn, solo sobrevivieron unos pocos y decidieron ir al sur…tus augurios eran ciertas…los Dragones Oscuros han vuelto.
-Pero no solo han vuelto los Dragones Oscuros, también lo han hecho los Dragones Blancos –el mago hizo una pausa –eso equilibra la balanza pero ellos siguen siendo más poderosos, y pueden que cuenten con más ayuda que nosotros, aún así las cosas pueden cambiar…
-¿Qué quieres decir? –Preguntó Valandir desconcertado – ¿Has visto el futuro?
-No, viejo amigo lamentablemente no soy adivino, pero la balanza siempre tiene que estar equilibrada y no te puedo contar más ya que por mi túnica sabrás que no pertenezco al bando del bien…y con esta última respuesta en la que dejó muy desconcertado a Valandir, se despidieron.

Capítulo 1

Semanas después, Këldas tuvo un sueño bastante inquietante, se encontraba otra vez en sus años de juventud cuando aún vestía la Túnica Blanca y no tenía esos condenados ojos, se encontró con una angustia en la que pareciese que echaba de menos esos tiempos –¡No! Se decía a sí mismo, decidí cambiarlo para conseguir el poder… En el sueño, volvía a esa época y revivía el día en el que empezaría su camino hacia la oscuridad. Ese día se encontraba buscando a Kay, su compañero aprendiz de mago que era un Túnica Roja al igual que su maestro.
-¡Kay! ¿Lo has sentido? –dijo exasperado el mago, Kay era de la misma altura que Këldas, tenía una piel pálida y el pelo de un extraño color castaño dorado, al contrario de Këldas que lo tenia de un castaño oscuro como la noche que contrastaba con su túnica blanca.
-¡Sí! ¿Y el maestro? –preguntó rápidamente Kay, intuyéndose lo que pasaba.
-¿No está contigo? –preguntó alarmado Këldas, temiendo que sus sospechas fueran ciertas, porque de ser así todos estarían en un grave peligro.
-¡Vamos a la Torre! Si no llegamos a tiempo todo ser viviente de aquí a un radio de un kilometro desaparecerá para siempre –explicó Kay entre jadeos, ya que se habían puesto en marcha hacia la torre.
Cuando llegaron ya estaba anocheciendo, si era lo que ellos se temían no podían permitir que hiciera el hechizo antes de que la luna alcanzara su zenit. Subieron a toda prisa hasta llegar a la sala de conjuros, estaba sellada con un conjuro de magia bastante simple, – ¿querría acaso el maestro que entráramos?, y si ese era el caso, ¿con que propósito? –esos eran los pensamientos de los jóvenes aprendices.
Cuando entraron se dieron cuenta de que era demasiado tarde, ya estaba terminando el conjuro, y se hallaba tan absorto en él, que aunque intentaran sacarlo del trance no conseguirían nada más que gastar energías.
-¡Necesitamos hacer algo y ya! –Dijo desesperado Kay – ¡Si no hacemos nada todos moriremos!
-¡Tranquilízate! Ya sé que tenemos que hacer algo, pero perder la calma no servirá de nada, déjame pensar un momento…
-¡Pensar, como puedes pensar en una situación como esta, la luna pronto llegará a su zenit y todo se abra acabado! –Gritó fuera de sí Kay –sabes que no hay nada que hacer –dijo algo más tranquilo y con un tono de pesar en su voz.
-Sí, si hay una forma… –dijo Këldas, en su tono de voz se denotaba pesar, pero también el deseo del conocimiento y el poder.
-¿Cuál? –Dijo esperanzado aunque sin notar aquella extraña voz en su amigo –sea lo que sea debemos hacerlo ya –añadió con más decisión.
-Absorberle por completo –empezó a decir Këldas, pero se vio interrumpido por Kay – ¿Absorberle?, pero ese hechizo lo creamos cuando todavía estábamos en la escuela de magia, es inestable, y además hacerlo va en contra de la Orden, no sabemos las causas que podría ocasionar… –Kay, bajo la furiosa mirada de Këldas se calló –Como iba diciendo –continuó hablando Këldas –lo único que podemos hacer es absorberle la energía del cuerpo y el alma hasta matarlo, y respecto a lo que has dicho, es verdad es inestable y no sabemos las causas que podría ocasionar, pero que te parece peor que todos los que estamos en el radio de acción del hechizo mueran, no te parece que ninguna causa es peor que eso, si vamos a hacerlo debemos hacerlo ya, la decisión está en tus manos, ya que yo solo no poseo el suficiente poder para ejecutar el hechizo –concluyó Këldas.
-Está bien –en ese momento titubeó –hagámoslo –dijo finalmente Kay –
Këldas se regocijó por dentro por fin conseguiría ese poder que tanto anhelaba –Muy bien, has tomado la decisión correcta, ahora debemos concentrarnos, no nos queda mucho tiempo –al momento de decir esto Këldas y Kay cerraron los ojos y se concentraron en la magia, buscando el hechizo que necesitaban, y repasándolo mentalmente ya que si fallaban aunque fuera en el más mínimo detalle podría ocurrir una catástrofe aún mayor de la que intentaban evitar, además, para colmo de males tenían que decirlo completamente sincronizados, si no, el hechizo no funcionaría, pero ellos estaban seguros de sí mismo, así que al momento de cerrar los ojos los volvieron a abrir al mismo tiempo, lanzando a su vez unas especies de bolas de cristal de color perla y empezaron a recitar el conjuro.
¡Beign sel might tel! –Dijeron al unísono –entonces las bolas de cristal empezaron a brillar y los dos aprendices de mago volvieron a repetir las palabras.
- ¡Beign sel might tel! –Y las bolas se empezaron a hacer más grandes y por última vez gritaron - ¡Beign sel might tel! –Y gritaron más fuertes aún esas palabras en sentido contrario
– ¡Let thgmim les ngieb! –Y las bolas de cristal empezaron a brillar con un fulgor que deslumbraba, y empezaron a crecer aún más, hasta que de repente se paró y lanzó un rayo de luz que dio de lleno a el maestro en el momento que la luna llegaba a su zenit por lo que el hechizo se hizo mucho más poderoso y absorbió por completo las energías del maestro y su alma hasta consumirlo por completo, justo cuando estaba terminando de consumirse, les pareció oír “muy bien Kay, estoy orgulloso” en ese momento desapareció para no volver nunca más y las bolas de cristal cambiaron de color, una se volvió del blanco más puro que habían visto hasta ahora y la otra completamente opuesta a la 1º se volvió negra como lo noche. Cuando Kay salió del trance se dio cuenta de lo que había dicho su maestro y no pudo menos que enfadarse consigo mismo por lo que había hecho.
-Que hemos hecho Këldas, hemos matado al maestro. A lo mejor había otra forma, quizás… –en ese momento le interrumpió Këldas –Te equivocas, esa era la única forma, no te culpes, has salvado a mucha gente –Y con esa última frase Këldas se marcho llevándose consigo su bola, la negra.
En ese instante Këldas no pudo reprimir el impulso de gritar a los cuatro vientos.
-¡¡¡¡¡¡¡¡Maestro Sôir!!!!!!!! –y en ese momento se derrumbó en medio de la sala de conjuros, sujetando la bola de cristal blanca en su mano. Mientras que Këldas saliendo de la Torre también se derrumbó.
En ese momento Këldas se despertó e inexplicablemente se encontró solo y con un vacio dentro, había llegado el momento de actuar.

IMpresionanet , me ha gustado mucho, y eso de narrar la historia desde un punto maligno esta bastante bien. ademas me gusta como escribes, publica mas! ^^

ME ah molao la historia.... Que imaginacion tenemos X3

Red escribió:ME ah molao la historia.... Que imaginacion tenemos X3

El aburrimiento que hace mucho...

EdFullMetal escribió:

Red escribió:ME ah molao la historia.... Que imaginacion tenemos X3

El aburrimiento que hace mucho...

Milagros, hace milagros...y sobre mi tambien otras cosas..

Suigetsu Cross escribió:

EdFullMetal escribió:

Red escribió:ME ah molao la historia.... Que imaginacion tenemos X3

El aburrimiento que hace mucho...

Milagros, hace milagros...y sobre mi tambien otras cosas..

((O_O)) eso ah sonado demasie xD

Red escribió:

Suigetsu Cross escribió:

EdFullMetal escribió:

Red escribió:ME ah molao la historia.... Que imaginacion tenemos X3

El aburrimiento que hace mucho...

Milagros, hace milagros...y sobre mi tambien otras cosas..

((O_O)) eso ah sonado demasie xD

Hahahah , pero nu es nada raro... es que nos e poque me pasa eso a veces cuando me aburro ( no penseis cosas raras)

pues eso es lo que pienso ahora mismo jejeejeje

Red escribió:pues eso es lo que pienso ahora mismo jejeejeje

ojj xDD